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Cultura sí, pero págala!




Apenas me vengo enterando que el sitio de Heidegger y Derrida en español ha sido clausurado. Estas páginas web creadas por el filósofo y difusor cultural argentino, Horacio Potel, venían funcionando desde 1999. Para todos aquellos que alguna vez nos vimos en la necesidad de buscar aquellos textos de Heidegger o Derrida que resultaban bastante caros de adquirir, difíciles de encontrar o ya descontinuados por las editoriales, los sitios ofrecían una vasta bibliografía además de excelente información sobre estos dos monstruos de la filosofía del siglo XX.

Resulta particularmente parádojico y triste que mientras la información tiende a democratizarse y a tomar un cariz libre y universal, los grandes consorcios editoriales, que les importa un bledo la cultura, hacen todo lo posible por detener todo aquello que supuestamente defienden: la difusión cultural.

Los sitios fueron denunciados por la Cámara Argentina del Libro (CAL) y en estos momentos Horacio Potel se encuentra bajo un proceso penal debido al tema de los derechos de autor. Es claro que la defensa de los derechos de autor es un tópico básico que cualquier legislación debe asegurar, pero tiene sus aristas y sus contradicciones también. Latinoamérica se caracteriza principalmente por bajos ingresos per capita, por bibliotecas insuficientes y mal equipadas, por la dificultad de contar con textos traducidos al español de grandes obras imprescindibles del pensamiento pasado y contemporáneo.

Para Latinoamérica es una necesidad el ensanchamiento de la cultura, la generación de ideas, de paradigmas teóricos nuevos que ayuden a resolver los grandes desafíos sociales, políticos y económicos que hoy atravieza. Así que en estas condiciones de adversidad y de pocas oportunidades de desarrollo en todos los órdenes, a muchas personas que sienten interés genuino por la investigación se les presenta la dicotomía de comprar un libro o comer. Sé bien que esto no puede tomarse como pretexto para solventar actitudes "ilegales", pero ésto sería a final de cuentas un problema ético del que ya se encargarán -nos encargaremos- los filósofos. La cosa inmediata, apremiante, es que se le niega el acceso a la cultura y al saber a una gran cantidad de estudiantes, profesores, investigadores y gente interesada en estas cuestiones.

Por experiencia propia sé lo decepcionante que resulta llegar a una librería a buscar un libro necesario y que éste no se encuentre disponible, esté agotado o te cueste arriba de 600 pesos. Alguna vez quise comprar un texto difícil de conseguir en México, lo encontré en una página en argentina, el libro me costaba 250 pesos y de puro envío eran 400 pesos: nunca lo compré.

El derecho a la cultura es un derecho básico integrado en la carta de los derechos del hombre, sólo que el puro anuncio no sirve de nada si no existen medios para concretizarlo. Y cuando existen iniciativas como las de Horacio Potel, que sin ningún ánimo de lucro, subvencionando él mismo todos los gastos generados por la creación y mantienimiento de las páginas, además del gran esfuerzo que implica manterlo y tenerlo al día, es bastante molesto que sean las mismas industrías del libro las que frenen estos esfuerzos por hacer de la cultura algo más que un simple discurso.

Como todo en este capitalismo inhumano y rapaz tiene su precio, y si uno quiere acceder a la cultura, al conocimiento y la información parece ser que la sentencia cramatística es: cultura sí, pero págala..