23 septiembre 2008

La reforma de Lutero


La reforma inoculada por Lutero representó no solamente el anhelo del hombre de la época por encontrar un nuevo fundamento a su religiosidad, a la preocupación por la salvación de su alma y al interés de emancipación de una casta religiosa que en nada se identificaba con el grueso de la población.



Lutero inicia su crítica a un tema espinoso que por aquel tiempo ponía en tela de juicio la moralidad de la Iglesia católica europea: la venta de las indulgencias. Siguiendo la forma tradicional de debatir las ideas, Lutero inscribe en las puertas de la Iglesia de Wittemberg sus famosas noventa y cinco tesis; la explosividad y la fuerza que cobrarán estas críticas no podrían ser imaginadas por nadie, incluso por el mismo Lutero, quien pensaba sólo poner a debate entre los eruditos un tema, aunque delicado, pero no por ello peligroso para los fundamentos de la iglesia católica en general.

Una pregunta difícil de responder es ¿por qué las tesis de Lutero tomaron ese cause, que a la larga devendría en una nueva concepción del mundo, del hombre mismo y de su relación con la divinidad? Como sabemos, en la historia no existen las especulaciones, sino la interpretación o la comprensión de los hechos. El movimiento protestante muestra la necesidad de los hombres del siglo XVI por adentrarse hacia interpretaciones teológicas que resolvieran sus conflictos internos y subsanara, de alguna manera, el ya degenerado y corrupto sistema católico tradicional. Es precisamente esta necesidad hacia ideas o concepciones nuevas que de alguna manera flotaba en el ambiente social y cultural de la época, lo que permitió que el movimiento protestante germinara en suelo fértil. El Renacimiento surgido en algunas de las ciudades italianas de algún modo había ya preparado también a la intelligenzia para hacer recepción de ideas que estuvieran más a favor de la dignidad humana que de poderes que tendieran a constreñirlo.

Un rasgo netamente renacentista que se percibe en Lutero es ese fervor por adentrase a explorar caminos deshabitados dentro del pensamiento. Los humanistas habían puesto en el centro del debate intelectual el hombre y sus problemas, influidos por el neoplatonismo y la cultura grecolatina. A través de los neoplatónicos, éstos habían podido vislumbrar toda la riqueza conceptual y filosófica que se adentraba en los sistemas de pensamiento griego. Muchos de estos humanistas decidieron entonces ir a las fuentes, esto es, beber de la propia fuente del manantial de la sabiduría griega. Las traducciones e interpretaciones a partir de los textos griegos no se hicieron esperar y esto contribuyo a forma una conciencia crítica y más presta al debate de ideas.

Este es el interés que vemos en Lutero; ante lo escandaloso, poco moral y religioso que implicaba la venta de las indulgencias por parte de la Iglesia, Lutero reflexiona sobre la validez de la doctrina cristiana. ¿Qué hacer entonces? A Lutero no le queda otro camino que el ya ensayado por los humanistas renacentista: ir a las fuentes. La lectura directa de la Biblia proporciona a Lutero las armas para poder hacer frente a la declive religiosa, y no sólo eso, la misma lectura de la Biblia le permitirá realizar una profunda y sustancial revisión de los fundamentos del cristianismo que derivará en una nueva concepción del concepto de religiosidad.

Así, la Reforma representó una respuesta a la necesidad de renovación moral y religiosa que en los primeros años del siglo XVI agitaba a una multitud angustiada y ávida de certidumbres. Así como Lutero podría decirse que redescubrió el cristianismo, las personas volvieron a recobrar su fe a partir de un cristianismo que respondía más a la situación en la que se encontraban que el ya caduco catolicismo. Por ello quizá el interés de Lutero de traducir la Biblia a una lengua vulgar para que el pueblo mismo tuviera acceso a un saber que hasta entonces estaba reservado a unos cuantos. Lutero buscaba con esto no sólo ganar adeptos, sino también hacer evidente que sus planteamientos no eran ninguna herejía ni interpretaciones libres y subjetivistas de los fundamentos religiosos, sino la palabra misma de Dios que se revelaba a través de las sagradas escrituras. Cualquiera que dudara de sus planteamientos de manera fácil y sencilla podía consultar las fuentes por sí mismo. Con esto el saber no quedaba restringido a una élite culta, sino que se ampliaba el círculo de beneficiarios. Aquí hay un rasgo que será uno de los puntos medulares de la modernidad: la extensión del saber y los conocimientos a toda la población, pues no otra cosa buscaron los enciclopedistas.

No hay que olvidar tampoco que la Reforma no está desligada de los factores sociales, políticos y económicos de la época. El esplendor económico de los estados alemanes y la incipiente era mercantilista que va dejando atrás las ideas económicas de la fisiocracia, fueron otros tantos factores para que el pensamiento de Lutero cobrara fuerza y difusión. Como se sabe, el capitalismo tiene como sustancia la fuerza de trabajo, de ahí que apele al esfuerzo propio y a la iniciativa personal para la generación de la riqueza. Nada más acorde con los requerimientos capitalistas que las ideas religiosas de Lutero, que abogaba por el desarrollo personal del individuo y fundamentaba una concepción más intimista y subjetiva del hecho religioso. Max Weber ya ha demostrado con suficiente claridad en la Ética protestante y el espíritu del capitalismo que el capitalismo como fenómenos económico y social es inentendible sin la reforma protestante.

Otro fenómeno que se liga estrechamente con el éxito del protestantismo de Lutero es la incipiente conciencia de unidad política. Puede verse al Luteranismo –cosa discutible por supuesto- como la primera tentativa para generar entre los “alemanes” una conciencia nacionalista para poder constituir una unidad política que hiciera frente a las potencias extranjeras. Como es conocido, la Reforma no hubiera sido posible sin el apoyo de los príncipes alemanes. Estos veían las ventajas que les proporcionaba las tesis de Lutero, pues fácilmente podían entretejer sus planes políticos para su beneficio El protestantismo toma así un cariz nacionalista que identifica a un conjunto de individuos en base a concepciones e intereses mutuos. El pueblo –la gran masa campesina- es quizá el depositario más importante del protestantismo, pues a diferencia de los príncipes, no buscaban perpetuarse en el poder, sino formar todo un nuevo género de vida que implicaba el esfuerzo personal para poder acceder a la riqueza económica y una profunda relación con Dios que ya no dependía de vínculos externos, sino de la propia convicción y de su propio esfuerzo por acceder a la gracia divina. Por todo esto considero que el luteranismo es un puente que liga lo mejor del renacimiento con lo más destacado de la modernidad. Es un fenómeno de gran complejidad que merece ser mejor estudiado aun cuando contamos con excelentes análisis como los realizados por Weber.


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